El mes pasado Flirt (mi perro) y yo hicimos un viaje a Santa Clara, Michoacán.
Cuando digo que fui a Santa Clara, fui a una fabrica llena de polvo y calor. Mis oídos se llenaron de un constante martilleo de más de una docena de hombres martillando cobre a mano. En el centro del taller, había una hoguera ardiente que lanzaba humo negro hacia un hoyo de metal en el techo. El constante humo negro había vuelto todo oscuro.
Nada en el taller tenía color, excepto por un lado al final del lugar, por donde los lavabos de cobre salían pulidos, brillando por la pequeña luz que entraba en lo que parecía una cueva. Era algo difícil en mi cabeza conciliar el hecho de que cada pequeña marca o hermoso detalle hecho en cualquiera de los lavabos, tarjas o tinas de cobre, había sido hecho a mano en ese pequeño taller de piso de tierra.
Mientras daba vueltas alrededor del lugar con Roger, entramos a una habitación más pequeña en uno de los lados del lugar para mirar más productos terminados, era irreal. En esa habitación, estaban acomodados en hileras, hacia abajo y uno sobre otro miles de lavabos literalmente. Fue impresionante ver tantos lavabos de cobre en una pequeña sección del taller, mientras que afuera en el taller, se seguían produciendo muchos más día con día. Después nos dirigimos al almacén, donde los lavabos, tarjas, tinas y campanas de cocina terminadas están para ser revisadas contra defectos. En este lugar era más fácil respirar, pero no podía escapar del martilleo constante.
La luz también era mejor en el lugar, y con la ayuda de Alejandro, Enrique y Gabriela, escogimos algunos artículos para la sesión de fotos de Counter Cultures. Mi trabajo era pararme sobre cajas de madera y sostener una gran manta blanca mientras, los hombres movían las tinas, bases, campanas, mesas y lavabos al frente para que Roger pudiera obtener una foto limpia y clara. Una hora después ya teníamos cerca de 50 fotos. Cuando nos preparábamos para guardar nuestras cosas y decirles adiós a nuestros nuevos amigos, di una última mirada alrededor del lugar. Me sentí impresionada de cómo en este taller, lleno de humo y con piso de tierra, se produzcan diseños tan asombrosos en cobre, que termina en lugares de todo el mundo.